Lo que logra la reintegración tributaria
Luis Felipe Lagos M. Investigador ClapesUC y consultor
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Luis Felipe Lagos
Algunos economistas se han declarado contrarios a la reintegración tributaria. Incluso, más de uno es partidario de la desintegración total. ¿Es una buena política la integra-ción tributaria?
Integrar el impuesto que paga la empresa con el que pagan sus dueños es una política de equidad horizontal, al evitar la doble tributación del capital: primero, a las utilidades de la empresa y después a los retiros o dividendos que hacen sus dueños. En efecto, la integración permite que, a igual ingreso, ya sea laboral o del capital, se pague lo mismo.
Los detractores argumentan que es una equidad ficticia, ya que los trabajadores pagan impuesto por sus ingresos, en cambio, los emprendedores y empresarios por sus reti-ros (consumo); lo que determinaría que, a igual ingreso, algunos trabajadores paguen más que los dueños de empresas. Este no es un problema de la integración, es un resultado de la base del impuesto. Qué bueno que levanten este punto, bienvenida una tributación al consumo para todos. Tanto en 2012 como en 2014 se propuso transitar gradualmente hacia un impuesto al gasto, pero la idea no prosperó.
Un impuesto al consumo no grava el ahorro y la inversión, potenciando el crecimiento; a diferencia de uno al ingreso, donde se tributa primero por el ingreso generado, y des-pués por el retorno del ahorro e inversión. Si tanto los ingresos del trabajo como los del capital tributarán al momento de ser consumidos, tendríamos un esquema tributario óptimo, sin el dilema entre progresividad vs. eficiencia, inherente a un esquema tributario con base ingreso.
El otro gran reparo con la reintegración es que es supuestamente regresiva. Si bien beneficia a un mayor número de personas en los tramos iniciales (720.000 individuos) y proporcionalmente más que a los tramos de altos ingresos, se afirma que, en términos absolutos, una mayor cantidad de dinero iría a los más ricos.
Hay que matizar esta afirmación. En primer lugar, los pequeños y medianos empresa-rios son los que deben hacer retiros constantemente para vivir, los más ricos no lo re-quieren. En segundo lugar, la reforma de 2014 permitió que los más ricos pagaran una tasa muy rebajada por el FUT acumulado (impuesto sustitutivo), lo que les facultará por varios años hacer retiros por hasta US$ 30.000 millones, si quisieran, sin pagar im-puestos. Se estima que el ahorro de impuestos fue de US$3.000 millones. Esto sí que fue claramente regresivo.
Oponerse a la reintegración por lo que recibirían los individuos de los tramos altos de la escala, es tan absurdo como querer eliminar la fluoración del agua porque si bien beneficia a los niños pobres, también a los niños de familias ricas que tienen mejor atención dental. Si aumentar la progresividad de los impuestos puede ser un objetivo, mantener la integración parcial no es el instrumento adecuado para lograrlo.
Con todo, la progresividad debe ser un atributo del “paquete”: gastos fiscales e impues-tos. La forma en que gastan los gobiernos es más importante que cómo recaudan. La evidencia para los países avanzados muestra que, en promedio, tres cuartos de la me-jora en distribución del ingreso corresponden a las transferencias que hacen los go-biernos y un cuarto a los impuestos. Para Chile, puede ser más importante el fortaleci-miento del pilar solidario del sistema previsional que la reintegración, para mejorar la distribución del ingreso.